viernes, 19 de noviembre de 2010

19 de noviembre 2010

No sé si deba escribir en el estado emocional en el que me encuentro ahora, pero lo haré.
Tengo planeado viajar al extranjero, pero para ello, primero necesito sacar mi pasaporte. Cualquier otra persona pensaría que eso es un "trámite sencillo", pero yo sabía que eso en mi caso no sería nada fácil, por esa razón traté de aplazarlo lo más que se pudiera. Empezando por las miradas morbosas que recibo al salir a la calle, aunque ya estoy muy acostumbrado, no deja de molestarme.
Cualquier trámite burocrático es todo un reto para mí, desde sacar unas placas de discapacitados para el vehículo donde me transporto, lo cuál no logré, o la credencial del IFE, este último fue el más fácil. Estaba preparado para escuchar las estupideses que dicen los burócratas al verme, sin embargo guardaba una pequeña esperanza de conseguir el pasaporte. De nuevo fui víctima de los prejuicios de la gente, como si ellos estuvieran capacitados para dictaminar si yo soy capaz de manifestar mi propia voluntad, ni siquiera me dirigen la palabra. Ahora tengo que ir ante un juez para que me declare en estado de interdicción, es decir jurídicamente incapaz de decidir por mí mismo; me pregunto que diría Stephen Hawking, uno de los astrofísicos más destacados del mundo, si por el simple hecho de no poder firmar lo declararan incapaz de gobernarse así mismo.

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