La semana pasada me fue imposible publicar en este espacio.
Les cuento que hace alrededor de nueve años las personas que integraban mi red de apoyo decidieron contratar a alguien que me asistiera en mis necesidades básicas y así aliviar un poco el labor pesado que diariamente mi mamá hace para mantenerme en condiciones aceptables. Desde ese entonces he tenido 8 asistentes. Con las primeras personas logré establecer una cercana amistad, gracias a ello el tiempo que trabajaron aquí fue enriquecedor, divertido y gratificante tanto para él y ellas como para mí. Lamentablemente en el último año no he logrado construir una fluida relación con las personas que han aceptado trabajar como mis asistentes, eso provoca que sus empleos duren poco. Me gusta comer mi desayuno a lado de alguien interesado en mantener una conversación conmigo y no con otra persona a través del celular.
Pienso que como cualquier fenómeno social mi incapacidad de encontrar a otro amigo asistente se debe a múltiples factores, entre ellos: el avance de las tecnologías de comunicaciones e información que como alguien dijo: “acerca a los lejanos y aleja a los cercanos”; la prevalencia del enfoque médico y asistencialista de la discapacidad en la sociedad mexicana, que impide a una mayoría de individuos edificar verdaderas amistades con personas con discapacidad, al percibirnos como objetos y no como sujetos; mi propia dificultad para comunicarme y relacionarme con personas que no conozco lo suficiente.
Los factores descritos en el párrafo anterior junto a otros me hacen difícil pero no imposible encontrar a otra persona dispuesta a asistirme en mis necesidades básicas y al mismo tiempo ofrecerme una sincera amistad.
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