martes, 25 de abril de 2017

¿Preguntas curiosas e inocentes?

¿Qué le pasó? ¿Por qué no puede caminar? ¿de que está enfermo? Estas tres preguntas son frecuentemente formuladas por niños que me ven por primera vez. Confieso que aún desconozco la manera adecuada de responderles; de infante y de adolescente estos cuestionamientos me molestaban, como si fueran agresiones directas. Ahora sé que son interrogantes naturales, sobre todo en una sociedad que no ofrece una educación para aceptar la diversidad. 

A lo largo del tiempo mi asistente y yo hemos ensayado múltiples formas de responder, desde ignorar a los pequeños curiosos; brindarles una breve respuesta irónica; hasta intentarles explicar de una manera concisa el concepto de discapacidad. Ninguna de estas tácticas nos ha resultado efectiva. La situación se complica un poco más cuando se trata de niños con los que mantengo un grado de parentesco, con tal de evitar desavenencias familiares últimamente he decidido dar una respuesta rápida para luego cambiar el tema.

Pienso que lo ideal sería que en la educación básica obligatoria y en los medios de comunicación masiva se difundiera una sana cultura de la discapacidad, donde se considere a nuestra condición de vida como una característica más que no afecta a nuestros otros aspectos personales. Para lograr lo anterior nos falta mucho por recorrer.

Mientras logramos que nuestros gobiernos, comunidades y familias cambien su perspectiva hacia la discapacidad continuaré buscando y ensayando respuestas adecuadas a preguntas curiosas e  inocentes.


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